Reflexiones

              Si tuviese qué decir cuál ha sido la pregunta qué más me han preguntado últimamente, sin duda sería ¿Cómo es que dejas todo y te vas a vivir al sur de China? Quizás ellos no entienden como Hong Kong me cautivo, su inmensa jungla de edificios unos sobre otros, luces llamativas por todos los sitios y una concentración humana que nada tiene que envidiar a la mejores colmenas de abejas.
                Vale, lo admito, igual este tipo de cosas solo le gustan a alguien como yo que no se conformó con quedarse en casa. Hacer explicar esto a la gente es muy difícil, pero si somos realistas a la hora de la verdad muchos me han animado y en secreto me han dicho que ellos nunca podrían hacerlo bien sea por la familia, amistades, trabajo, cargas sociales y así un largo etcétera, la verdad es que no les culpo, es totalmente comprensible, cada uno lleva su vida y no negaré que esto de venirse a la Conchinchina sea un camino de rosas o qué todo haya sido coser y cantar, ¡Señores que esto me puede encantar, pero qué nadie ni allí ni aquí regala duros por pesetas!
Así que al final del día supongo que ambos nos tendremos que dar la razón, con la diferencia es que yo aprendí a quitarme los miedos de la barrera lingüística y   que mi vida dejo de ser una rutina de un ciclo espacio temporal del trabajo a mi casa y viceversa, por un reto totalmente distinto cada día, con lo cual, al levantarme por la mañana suelo tener ese sabor de boca picante por saber que me esperara en ese nuevo día, porque aquí hasta coger el bus, coche o metro sea para trabajar o simplemente por movilidad es toda una hazaña llena de curiosidades y de cosas qué siempre te acaban llamando la atención.

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